Está decidido, la idea está madura, se ha analizado su viabilidad y por fin te has decidido a dar el paso. ¿y ahora qué?.
Esta es la situación de inicio de muchos emprendedores. Los deberes están hechos pero falta el empujoncito final. Un empujoncito que a menudo resulta ser fundamental.
Por mucho que se proceda, por ejemplo, del área técnica, un emprendedor ha de ser, ante todo, un buen comercial. Desde luego ha de saber vender su producto, pero ante todo, y de manera muy especial, su idea. Saber contagiar el entusiasmo por el propio proyecto, no solo procurará clientes. En una crítica primera fase conseguirá colaboradores, y algo de vital importancia; inversores.
Pero cuidado, mostrar un exceso de entusiasmo podría hacer aparecer el proyecto como una quimera producto de la mente de un fantasioso o, por el contrario, algo poco creíble.
Ya sea ante clientes, socios o inversores (e incluso acreedores) nuestro discurso ha de tener un equilibrio en el tono y una línea argumental que demuestre que se sabe por dónde se pisa. Presentar un plan de negocio completo y veraz desde luego resultará esencial para que la idea sea escuchada, pero cualquiera que vaya a prestarnos su atención, y sobre todo su dinero, estará atento a nuestra forma de argumentar y presentar el proyecto. Así que será vital que sepamos previamente con quién o quienes estamos hablando para preparar un discurso adecuado.
Y recuerda; si tú mismo no estás convencido de la idea difícilmente resultarás convincente.
